Miedo a volar by Erica Jong

Miedo a volar by Erica Jong

autor:Erica Jong [Jong, Erica]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1973-01-01T05:00:00+00:00


10. La casa de Freud

Verdaderamente, mandar a las mujeres a la lucha

por la existencia, exactamente como si fueran hombres,

es una idea que ya ha nacido muerta.

Si, por ejemplo, imaginara a mi dulce y apacible hija

como un competidor, sólo daría lugar a que le dijera,

como lo hice hace diecisiete meses, que siento afecto

por ella y le imploro que se aparte de la lucha,

para entrar en la actividad, tranquila

y no competitiva, de mi hogar.

Sigmund Freud

Adrian nos dejó en el hotel sin abrir la boca y el Triumph partió rugiendo, hasta perderse de vista. Subimos para lavarnos los pecados de la noche anterior. Dado que no había reuniones de trabajo a las que Bennett deseara asistir aquella tarde, decidimos pasear juntos hacia la casa de Freud. Antes de que Adrian apareciera en escena, habíamos planeado aquella excursión, pero de alguna manera se perdió en el lío.

Viena era una ciudad hermosa aquella mañana. Aún no hacía calor, el cielo era azul, y todo lo llenaban gentes con aspecto de funcionarios del Estado que se apresuraban para entrar a trabajar, cartera en mano (en las que, probablemente, no había nada más oficial que los periódicos y el bocadillo). Anduvimos a zancadas por el Volksgarten y admiramos los cuidados rosales y los arriates bien arreglados. Hicimos comentarios sobre la inevitable profanación de esos arriates con flores si estuvieran en Nueva York. Intercambiamos opiniones respecto al vandalismo de Nueva York en contraposición al civismo imperante en las ciudades alemanas. Mantuvimos la tradicional conversación familiar respecto a la civilización y la represión contra el impulso de manifestarse. Por unos momentos se dio una cómoda solidaridad entre nosotros, que Adrian había denominado «aburrimiento matrimonial». Estaba en un error. Dado que él era un lobo solitario, no comprendía que las personas se emparejaran y sólo podía ver el matrimonio como aburrimiento. Lo que se perdía era este instinto especial de la pareja que hace que dos personas se encuentren juntas, se rellenen los orificios en sus almas y se sientan más fuertes por ello. El emparejarse no siempre está relacionado con el sexo; se puede ver entre amigos que viven juntos o en viejos homosexuales que raramente joden ya, y se ve asimismo en algunos matrimonios. Dos personas que se sostienen como unos arbotantes. Dos personas que dependen la una de la otra y se cuidan, se defienden mutuamente del mundo exterior. En ocasiones, valen la pena las desventajas del matrimonio sólo por tener un amigo en un mundo indiferente.

Con Bennett nos cogimos del brazo y nos dirigimos andando a la casa de Freud. Habíamos acordado tácitamente no mencionar la noche anterior, que podía muy bien ser un sueño. Ahora que volvíamos a encontrarnos juntos a la luz del sol, el sueño se desvanecía en la niebla de la mañana.

Subimos las escaleras del consultorio de Freud como dos pacientes que se dirigieran a una terapia matrimonial.

Siempre me han interesado las reliquias culturales: la casa en que murió Keats, en Roma; la casa donde vivió, en Hampstead; la casa donde nació



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